El acto multitudinario del cincuentenario de la rotura de la presa deja paso a un recordatorio casi íntimo.
365 días después del multitudinario cincuentenario de la tragedia de la rotura de la presa de Vega de Tera, la única obra ejecutada es la reforma del muro de contención del paseo de Ribadelago Nuevo, junto al Tera, en el paseo con nombre andaluz que encauza las aguas salvajes de Peña Trevinca. Todo lo prometido, como es de palacio, va tan despacio que algunos se resisten a creer que lo verán: ni museo, ni Internet y, en algunos casos, ni teléfono ni televisión.
Ribadelago amaneció casi desierto ayer 9 de enero, día del 51 aniversario de recuerdo de las 144 víctimas de la rotura de Vega de Tera. Un día de nubes de nieve que se colaban por el cañón del Tera en medio de una mañana caprichosa con el sol pero con mucho frío, dos grados bajo cero al mediodía, que obligaron a los habitantes a refugiarse en sus casas.
De las celebraciones masivas del año pasado, al cumplirse el medio siglo, se ha pasado a un acto discreto y recogido al que están más habituados en Ribadelago. Poco más de medio centenar de personas residen en estos días entre los dos pueblos, el Viejo y el Nuevo.
Este año hubo asuencias relevantes, por enfermedad o porque han decidido pasar el invierno en la costa, como la madre de Fidel Parra. En el pueblo estos días se acuerdan de la cartera de Ribadelago, ingresada en el hospital de Zamora, que no ha podido estar en Ribadelago acompañada de su marido, el alcalde pedáneo, Jesús Puente. Muchas puertas están cerradas hasta la primavera (....)
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